Raul

En esta ocasión tengo el gusto de presentaros a alguien con quién me une una relación muy especial desde que él era un niño
Raul Biker

Biker

En esta ocasión tengo el gusto de presentaros a alguien con quién me une una relación muy especial desde que él era un niño, ya que antes de ser amigos entre nosotros, lo fui de sus padres, él es, Raúl Castillo Valiente.
Cuando llego a su casa, está cocinando. Empezamos a charlar y recordar viejos tiempos con una cerveza en las manos.
Cogemos las motos y nos ponemos en marcha. Nos gusta la costa y por allí vamos a rodar en esta ocasión.Creo que no llevamos ciento cincuenta kilómetros todavía, pero decidimos parar en la playa a charlar un rato y hacer unas fotos. La vuelta es por el interior, damos mas rodeo pero vale la pena. Vamos por tierras de viñedos, quizá un poco desérticas, pero la nacional 340 siempre a sido una carretera guapísima, y paramos a comer en tierra de cava. Tras el carajillo nos ponemos de nuevo en marcha, cuándo llegamos cerca de mí casa paramos a hacer una birra y ése es el momento de la ansiada entrevista.
A ver, la primera pregunta para ti sería:

¿Cómo empiezas con esto del rock and roll, las motos, etc?
Bueno, pues yo era un chaval normal (risas de los 2) con trece años, de lo más normal, con mis amigos, iba a jugar a fútbol y eso, la vida de barrio en La Florida, en Hospitalet, mi padre tenía un bar (bar bodega) de barrio, lo típico: gente normal que iba a comprar allí todos los días y a tomarse una cervecita.
Un día llega allí un rocker, si no me equivoco fue un colega que se llamaba Tino, y se pidió una cerveza, estaba mi padre (no sé si estaba yo aquel día o no) y bueno, lo típico: “Perdone jefe, ¿me puede poner esta cinta?”. Y bueno, mi padre, como le iba el rollo, pues le puso la cinta era una cinta de rockabilly, ahí empezó todo (ríe).
Este chaval volvió la tarde siguiente, al tercer día volvió con otro colega, al cuarto día vinieron tres, y así exponencialmente, hasta que al poco tiempo (un mes o dos) aquello era un hervidero de rock and roll, que iban, ya empezaron a ir, moteros, moto clubs, gangs , bueno, yo empecé ya a interesarme por esa movida, a hacerme dobladillos en los tejanos, a interesarme por la ropa (camisa de franela de cuadros, intento de tupé) y ya, ahí empezó todo.

O sea, podemos decir que tus padres eran amigos de todas estas personas antes que tú, claro, porque tú eras un niño.
Sí, sí. Mi padre, de hecho, también empezó a aficionarse a llevar camisas de franela y, bueno, y ya no era que le daban cintas a él de rock and rollo para ponerlas, ya empezó a ponerlas él (reímos los dos).



Era el hilo musical del bar.
Sí, sí. Y empezó a hacerse amigo de los que después fueron mis amigos y algunos de mis hermanos de toda la vida.

Bueno, a partir de aquí, claro, tú empiezas a crecer y tienes entonces amistad con toda esta gente, ¿no?
Estamos hablando de que tenías 13 años.
Sí. Van pasando los meses, paso a catorce, a quince años; empiezo a tener amigos ya de mi propia edad (porque hablamos de que toda la gente que venía tenía mínimo dos o tres años más que yo).

¿Eso qué año podía ser? Cuando empiezan a ir por allí…
Pues hablamos del año 85, 86, más o menos. Por ahí. Y claro, ya con catorce o quince años empiezo a tener amigos de mi edad, que también empezó a ir gente más joven y tal, y yo a salir por las tardes con ellos.

Amigos rockers estamos hablando, ¿no?
Sí, sí, rockers. Mis amigos de antes ya no querían venir conmigo (ríe). Bueno, ya era otra movida, yo ya fui creciendo, mi vida fue el rockabilly, el rock and roll, y empecé con catorce o quince años…
Empiezas a moverte con gente de tu edad por garitos de rock and roll del barrio, ¿no?
Sí.

Estamos hablando de Hospitalet, que es una ciudad grande. Habría varios garitos y sitios donde moveros, ¿no?
Sí, garitos como el Serra en Santa Eulalia, el Stadium en Hospitalet Centro, por la noche en el Exterior ponían rock and roll también. Y bueno, pues yo generalmente me movía con mis colegas por ese tipo de bares, ya empezaba a ir a conciertitos y toda la hostia.

A todo esto, haces ya los quince años, que empiezas a trabajar, ¿no?
Sí, yo ya dejo de estudiar y… ya ayudaba a mi padre en el bar, en lo que podía. Ponía la música (risas de los dos).

Vamos, como no hacías nada tu padre te buscó un curro, ¿no?
Eeeeh… yo necesitaba financiación para mis fiestas y para mis cosas (para comprarme discos, las camperas eran caras, las chupas de cuero también) , empecé con quince años ya a currar en un bar bodega, bar bodega Montferry, en la calle Pujós, en Hospitalet. Empecé yo a currar, al poco, vino otro colega, también rocker, a currar conmigo: Lex. Y bueno, ahí estuve hasta que me fui a la mili.

De hecho, ese garito, yo recuerdo aquella bodega. Era… bueno, acabó convirtiéndose casi casi como la de tu padre, ¿no? Iban rockers, iban heavys… iba hasta el tato.

Sí, por las tardes había avanzadillas allí de gente también. Lo que pasa es que allí no se ponía tampoco mucha música porque mis jefes tenían como setenta y tantos años y no eran tan rockeros como mi viejo. Pero bueno, sí que iba gente por allí a beberse sus vinos, sus birras… era una bodega a la antigua, de toneles de vino.

Bueno, ahí empiezas a tener un poquito de dinero… empiezas a sacar tu dinero para poder, por lo menos, tomarte tus copas (para que no las tuviera que pagar tu padre) y empiezas a moverte también de noche. El rock and roll del barrio…
Sí, empiezo a moverme de noche. Bueno, sobre todo me hice amigo (que era como su hermano pequeño yo) de un matrimonio, que entonces, cuando yo los conocí, la mujer estaba embarazada, no había tenido todavía su primera hija.
Yo conocí a Rosa que estaría de ocho o nueve meses de su primera hija (Sandy), que es mi ahijada actualmente.
Cuando yo tenía catorce él (su marido) se fue a la mili. Yo casi casi vivía en su casa y me quedé prácticamente desde que se fue mi colega, casi toda su mili, en su casa. Con su mujer, que es como si fuera mi hermana mayor, y con sus dos niñas pequeñas, bebés.
Pasó la mili, se licenció y, cuando yo tenía dieciséis él ya había venido de la mili. Y yo, ya trabajando, me compro mi primera moto. Una Ducati Road dos y medio, y para mí eso es como un Lamborgini: con dieciséis años, sin carnet de conducir (había llegado cuatro veces una Sanglas 400)…

Vamos a esas cuatro veces. Habías llevado ya moto, porque, de hecho, tu colega te había enseñado a llevar moto.
Sí, mi colega con su moto, que era una Sanglas 400 monocilíndrica, me había enseñado a llevar moto. En un campo de fútbol, en Cornellá, me dijo un día: “Toma, venga. Píllala”. Y yo, pues ya ves, con quince años que tendría en ese entonces, imagínate: con una Sanglas 400 por un campo de tierra. Pero no me caí, no me caí (se ríe). Para mí ya eso fue la hostia. La hostia puta. Y ya ahí, ya dije: quiero la mía.
Bueno, a todo esto, antes de pillar la mía, a mi colega un día que estaba echando la siesta, le cogí las llaves de otra Ducati que tenía él.

Bueno, tengo entendido que no fue ese día. Le robabas la moto… no voy a decir con asiduidad, pero de vez en cuando. Con el rollo de somos hermanos… (risa de Kikote).
Sí, pero es que ese día me pilló la policía y, entonces… (risas). Bueno, es igual. Ese día…

Lo pasasteis bien.
Sí. Para impresionar a la chica con la que salía, pues dije: “Ven, ven, que te llevo a dar una vuelta en moto por el barrio”. Bueno, nos paró la Guardia Urbana y fue una movida muy divertida.
Pero al final no pasó nada, ni me multaron.

Bueno, multarte sí (ríe). Lo que no llegó nunca la multa.
Nunca llegó, nunca llegó. De hecho, yo he tenido siempre una flor en el culo o un ángel de la guarda en algún lado, porque nunca me han multado por ir sin carnet. Y he ido varios años de mi vida así, hasta los diecinueve o veinte que me saqué el carnet. Sí, a los veinte: me lo saqué en el 94. Hasta entonces he ido sin carnet. Y con varias motos.

Te voy a decir una cosa: eres de la generación que ha pillado por último estos rollos, ¿no? De ir sin carnet, sin seguro, sin hostias… y no tener unos problemas brutales.
Sí, sí, sí. Hoy en día acabas en la cárcel, eso está claro. Bueno, de hecho, en aquella época (cuando yo empecé a llevar moto) es cuando se instauró que había que llevar casco en ciudad. Porque hasta entonces no había que llevar casco en ciudad, era solo al salir en carretera. En ciudad podías ir sin casco. O sea, imagínate. Hoy en día es impensable, ¿no?

A los dieciocho te llega una carta de la mili, porque la mili en aquél entonces todavía era obligatoria.
Sí, me llega la carta del destino, que era Palma de Mallorca. Y entonces, dentro de la región donde tenías que ir, podías elegir, digamos, el destino del acuartelamiento o del cuerpo, ¿vale? Y yo, como era un cabra loca y pasaba de todo, pues llegó la carta a mi casa, mi viejo
me dijo “Oye, que te ha llegado esto de la mili.” Y yo “Ah, que le den por culo… no sé qué.” Me dijo “vale, vale. Yo te la relleno.” Yo: “Pues vale.” Mi viejo era un poco cabronazo… bueno, cabronazo no, en realidad nunca me he arrepentido de lo que hizo. Soy lo que soy por él, ¿no?
Y bueno, de hecho, eligió mi destino. Que fue la COE. La COE 7, en Palma de Mallorca, operaciones especiales. Boinas verdes, para entendernos. Y bueno, eso en parte cambió mi vida. Porque eso me hizo ver muchas cosas de la vida de las que no tenía ni puta idea y que me la sudaban. Ahí aprendí mucho a lo que es sufrir, llorar por un compañero, sangrar, pasar hambre, pasar frío y valorar. Valorar lo que es la vida. Ahí aprendí mucho.

Bueno, cuando estás, precisamente, haciendo todo esto que tu padre te ayudó a aprender, entre otras de las cosas que te enseñó, fallece tu padre.
Sí, fue lo último que aprendí de él antes de que muriera. Y no pudo ver mi licenciatura de donde me envió. No pudo ver cómo llegaba con la boina verde ganada. Lamentablemente, en medio, entre que me fui y que regresé, él muere. Le da un infarto y ¡Pum!, se queda en el sitio.

Bueno, él fallece, pero aquí sigue quedando mucha gente que le quiere. Sigue quedando tu familia, y no hablo solo de tu madre, de tu hermano, sino de tus amigos.
Hombre claro. A mí lo que más me impresionó de eso fue que, en aquel momento fue para mí un shock, de repente mi padre muere y yo no podía llorar. No sabía cómo hacerlo. Yo estaba en un sitio donde me habían enseñado a sufrir y a no quejarme, a no llorar, a ser duro como una puta roca. Y no pude llorarle. A mí, lo que realmente me impresionó, es que todos mis amigos venían llorando y yo no pude hacerlo. No pude hacerlo ese día. Pude hacerlo un año y pico después, un día exploté. Pero en aquel momento no pude y me impresionó la cantidad de gente, de amigos míos que eran amigos de mi padre, que venían llorando, ¿sabes? Y eso me impresionó mucho. De la cantidad de amigos que tenía.

Bueno, tu padre, me consta por experiencia, que era una gran persona. De hecho, fue un gran amigo mío. Tú eres un gran amigo mío, pero él, antes que tú.
Ya, ya

Era una persona entrañable, importante. Importante dentro de la gente de mi alrededor.
Sí, nos han hecho, un poco, ser lo que somos, ¿no?

Sí. Gente como tu padre me ha hecho ser lo que soy. Y hasta aquí puedo llegar. Luego lo de hijo de puta viene por otro lado (risas de los dos).
Sí…

Bueno, te licencias y te haces con otra moto, ¿no?
Sí, al licenciarme, no me acuerdo que pasó con la Ducati, me hago con una Sanglas 400, ya transformada, con un depósito de lágrima, pintada en azul, muy guapa; con un tubo de escape de cola de pez… muy chula.
Y bueno, empiezo a ir (todavía sin carnet) con aquella moto. Y bueno, aquella ya era una moto, para mí… la hostia puta.
Lo que pasa es que, bueno, yo era un cabra loca y… aquella moto, resulta que no tenía llave de contacto. Para apagar la moto le quitaba un cable a la batería; bueno, así éramos entonces, ¿no? Y nos pensábamos que… pues nada. Y un día me la robaron. Me robaron la moto, nunca
más se supo de aquella moto. La desguazarían a piezas porque era una moto única, que estaba pintada. Aquella moto o se fue de Barcelona, o la pintaron o acabaría hecha piezas para otra moto. Cabrón, hijo puta (reímos los dos).
Después de eso me quedé sin moto, pero mi colega Bujías, que era también de mi mismo club, tenía en el Biker Power una moto que el colega Benja le estaba preparando para él. Una Sanglas Yamaha, como es de esperar en Bujías, toda negra mate, entera, toda: Motor, faro, depósito de Harley Sportster, los dos tubos negros de tubería (sin ningún tipo de silenciador, tubería recta hacia atrás), todo negro mate, llantas negras mate… todo. Y me pareció la mejor moto del mundo. Me dijo: “Oye, que me hace falta pasta, no voy a poder pagarla, ahora mismo voy mal… ¿La quieres?”. “¡Venga! Pues claro que la quiero”. “Pues venga, pa’ ti”. Y me quedé con la Sanglas Yamaha 400, eso ya fue un salto exponencial. Ya, de ir a 120 a ir a 160 pues… mola bastante. Y hacía muuuucho ruido, mucho mucho, mucho ruido. Me divertí mucho con aquella moto, mucho mucho.

Bueno, en aquel entonces fueron buenos tiempos para el rock and roll. Había muchos garitos, como el Harley, el Snocker, estaba el San Francisco todavía, había mil.
En Cornellá íbamos mucho por el Made In Spain, La Granjita.
Sí, eran garitos para juntarnos por la tarde y, a partir de ahí, luego nos íbamos desde ahí a los garitos más de fiesta. Más nocturnos.
Ahí ya estamos hablando del año 94. Yo ahí ya, con la Sanglas Yamaha, me saqué el carnet de conducir. Ya regularicé mi situación (risas), me saqué el carnet de conducir, me saqué el seguro… ya iba, más o menos, legal.

Por aquel entonces, muchos Kilómetros ya en la carretera.
Hombre, por aquél entonces, me acababa de sacar el carnet y ya llevaba como cuatro o cinco
Se hacían muchos Kilómetros el fin de semana.
Sí, sí, sí. Hacíamos muchísimos Kilómetros porque, sí, nos íbamos de fiesta por la noche, pero los fines de semana, generalmente, nos íbamos y hacíamos acampadas tope de hippies en el monte, en tiendas de campaña. Nos íbamos a Ripoll, nos íbamos a… en aquella época conocimos al Gringo, un colega de Balaguer, que tenía un rancho de caballos allí y tenía una zona de acampada que era brutal, aquel sitio. Nos hicimos muy amigos del Gringo e íbamos casi cada fin de semana. Nos pegamos un par de años yendo prácticamente cada fin de semana y nos hacíamos como 150 Km de subida y luego de bajada. Bueno nos quedábamos allí el fin de semana entero. Acampábamos allí y el fin de semana entero de festival. Eso fue una época, de verdad, brutal, de nuestras vidas. Fue una pasada.

Esto entre concentraciones, idas a otros sitios, acampadas…
Sí, sí.

O sea, el fin de semana que no estabais liados no existía, ¿no?
El fin de semana que no estábamos por ahí de ruta, era porque aquí había algún concierto o alguna movida. Aquella época fue de muchos muchos Kilómetros. Y en aquella época también, el club en el que estaba, los Crackeds (en un principio, los dos o tres primeros años en que yo entré, éramos pocos -4, 5 o 6-) quedábamos mucho en el taller del Benja, el Biker Power, y desde allí ya organizábamos las salidas, y allí empezó a venir un grupo de gente con nosotros,
se acabaron poniendo los colores y, de ser 5 o 6, acabamos siendo casi unos 20. Acabamos yendo ya a saliditas en las que venían, entre gente que era del club y gente que no era y se juntaba con nosotros, entre dieciocho y veinte motos. Teniendo en cuenta que no todo el mundo del club tenía moto porque era un gang. Era muy guapo ir de ruta veinte motos, molaba que te cagas. Y fue una época muy muy muy guapa.

Una época de varios años divirtiéndose, pasándolo muy bien.
Sí, bueno, había momentos chungos también. Habían bullas… Hubo un momento dado en que tuvimos una guerra con otro club, se puso precio a nuestros colores… O sea, a quien apareciera en el otro club con unos colores nuestros se le pagaba, ¿sabes? Y a nosotros no parecía súper divertido

Bueno, de hecho, hubo un par de personas que fueron allí a entregar sus colores.
Sí, hubo algunos que dijeron “Hostia, ¿cuánto pagan, dices? Pues voy p’allá y los vendo”. Pero no coló… (risas de los dos). No coló, no coló. De hecho, nunca se cobraron ningún color. Eso sí, cobraron de otra manera (risas de nuevo).

Bueno, a todo esto, van pasando los años… Divirtiéndote, pasándolo muy bien… Juventud, divino tesoro…
Sí bueno, en aquella época pues hablamos de que yo tendría 20 o 22 años y ya cambio la Sanglas Yamaha por una Virago 1100. Ya el salto es bastante importante. De una 400 a una 1100 ya fue algo sustancial.
Y bueno, ahí siguió la cosa como hasta entonces y llegó un momento en el que en nuestro club se echó a mucha gente. La cosa se fue de madre, ocurrieron cosas y hubo gente que se fue por un lado y gente que se fue por otro, otros se echaron, primero el Buji se salió del club, se fue a Destroyers MC., yo por aquél entonces acabé yéndome con él. Y el Apa también. Nos fuimos a Destroyers y ahí hay una época un poco oscura y, al poco tiempo se disuelve el MC.
Ahí ya llega un momento en el que yo digo “Se ha acabado”. Porque a mí no me gusta el politiqueo y la movida de Crackeds era que había ciertas normas, pero que no hacían falta porque había una camaradería y una hermandad que provocaban que no hiciera falta ningún tipo de norma. A Crackeds nos respetaban porque sabían que, si tocaban a uno, el resto íbamos como lobos. Y no hacía falta nada más. Y eso no lo he visto nunca en ningún otro club. El hecho de que no haya normas, el hecho de que no haya unas jerarquías… no hacen falta jerarquías, éramos hermanos, todos. Iguales. Y eso, nunca más lo he visto. Y por eso nunca más he entrado en ningún otro club. Porque lo que había allí no lo volveré a ver en ningún club.
Nunca más he querido ser de ningún club, porque a mí para ser motorista no me hace falta. Para mí, ser motorista, lo que significa es libertad. Y mis amigos, los sigo teniendo.

Bueno, entonces después de aquello se acaba el tema clubs y te tomas la vida un poco más tranquila.
Sí, dejo de ir a garitos de motoclubs y tal y me centro un poco más en mi pareja.

Te centras más en tu pareja, con la cual montas familia.
Sí bueno, a todo esto, al poco de salir de Destroyers tengo un accidente con la Virago: un coche se saltó un Stop. Yo subía por una calle, me sale de repente un coche, iba a 60 o 70 por hora y
me lo como. Vuelo por encima del coche, aterrizo al otro lado con el pie, en vez de hacia adelante, hacia atrás. Tobillo roto por tres sitios, tibia, peroné…, una fractura de tobillo bestial y bueno, la moto para tirar. Estoy un año para recuperarme; un año de baja, muletas, enyesado desde la punta del dedo del pie a la ingle, placas de titanio, trece tornillos… bueno, en fin. Dos operaciones…, me pegué un año jodido. Un año sin andar prácticamente.
Cuando me recupero de eso, tenemos el juicio, me dan una indemnización y me pillo una Sportster.
Con la Sporster muy bien “Hostia, por fin tengo una Harley. Por fin llegó”.
A los meses, me separo de mi pareja y empiezo a ir con una gente con pepinos. Iban con CBR, con R6… pepinos. Y empiezo a salir de ruta con esta gente y yo con la Harley. Y claro, la Harley encima, bajada de amortiguación trasera. Imagínate las curvas a la derecha, rascando los tubos de escape, echando chispas… llevaba los tubos de escape limados, bueno…
Frenar una Harley no es lo mismo que frenar una CBR. Y me digo yo mismo: “O me cambio la moto o me mato”. Decidí cambiarme la moto. Vendí la Harley nueva con once meses, no tenía todavía un año, la vendí nueva, de lo cual me arrepiento profundamente todavía… Pero bueno, era otra época. Y en esa época, fue lo que pasó. Me pillé una CBR 600 y entonces ya fue otro nivel, pasé de 60 o 70 caballos de la Harley a 120 caballos y toda la gente me decía “Te vas a matar, te vas a matar, te vas a matar”.
Total, que a los dos meses me estrellé de frente con una furgoneta en Corbera, en una curva. Yo iba muy abierto, el de la furgoneta muy cerrado, entré a la curva y me lo comí, volé por encima de la furgoneta, caí seis metros más atrás, la moto se quedó incrustada debajo de la furgoneta y lo más bueno es que no me hice nada. O sea, me tuvieron que sacar líquido de la rodilla, pero no me hice nada. Ni un arañazo. El tío se bajó de la furgoneta buscándome debajo, ¿sabes?
Total, la moto destrozada, solo se salvó el motor, el cual luego fue a parar a la moto del Oscar, también otro Cracked. Total, que la gente empezó: “¿Ves? Te lo dije, te lo dije. No te tenías que haber comprado un pepino, que es que eres tonto, que te lo dije”.
Pues nada, no contento con eso, me compré un pepino más gordo (risas). Me compré una Kawasaki ZX900R, una Ninja, con 165 caballos solo (ironía).
Y bueno, con esa por suerte tuve caiditas tontas un poco pedo y “Ay, ay, ay que no he puesto el pie” y te caes, ¿no?, pero accidentes gordos no tuve. Alguna caída, romperte una costilla, pero nada…
Ahí ya, con la Kawa me había vuelto a reconciliar con mi pareja y nos fuimos a vivir juntos, pillé una casa, vinieron, primero mi niña, Alba, mi niño Andreu al poco, y ya mi mujer me dijo: “Oye, te vas a matar. Te vas a matar con la moto y… vende la moto”. Mi mujer me ponía en el casco la colonia Nenuco de los niños cada vez que salía con la moto para que yo recordara que tenía hijos, ¿sabes?

Oooohhh!! Que grande, un aplauso.
Sí… Y total, acabé cediendo y vendí la Kawa.
Ahí vino la crisis, en el 2008, luego crecieron los niños, la cosa se puso jodida, no había para motos y… hasta hoy. Bueno, hasta hace un par de años que, con los niños ya grandes, pues
dije “Ahora es el momento adecuado”, me compré una Triumph. Una Speedmaster 900. Es mi actual moto y estoy muy contento. He vuelto a las andadas, he vuelto a la ruta en la carretera, con mis amigos ruteros de toda la vida y aquí estamos. Aquí estamos y por mucho tiempo. A todo esto, han pasado 35 años desde que empezamos la entrevista. Ni más ni menos. De los trece a los 48.

Ouh Yeah hermano. Y ahora con tu Speedmaster, lo que me consta es que sales de ruta cada vez que puedes. A la que tienes un momento libre, te sales de ruta, sea solo o sea acompañado.
Sí.

Lo sé porque alguna hemos hecho juntos y alguna, que me has dicho vente y no he podido.
Sí, sí.
Total, que esto se cierra sabiendo que has vuelto a la ruta, a las motos (no a las tonterías, pero sí a las motos).

Sí. Ahora ya no conduzco como conducía antes, que hubo una época que me decían que hacía más kilómetros arrastrando que de pie… (risas).
A todos nos ha pasado…

Hubo un verano que iba magullado por todos los lados, que me caía cada fin de semana, pero bueno… son cosas que pasan.
Síííí, sí, sí.
Y, como punto final, diré que mi hijo me ha pedido que mi Triumph, cuando me la cambie, no la venda, que esa es para él. Que le encanta mi moto y que esa es para él cuando se saque el carnet.

¡Ouh Yeah! Joder, genial.
Sí, tío.

¿Hay algo que quieras aportar, porque sí, porque te sale del alma?
Hay tantas cosas…
Que nos vemos en la ruta, con quien sea. No tengo enemigos, la verdad. Hoy en día hay poca gente que lo pueda decir, pero no tengo enemigos.

Terminamos ésta entrevista, pero nosotros seguiremos un rato mas aquí, recordando tiempos pasados entre trago y trago.
Gracias Raúl, te agradezco mucho este rato. Y a nuestros lectores, solo decirles que hasta pronto y que espero que se hayan (cuando menos) entretenido.
Un saludo a todos.
K.C.T.

Biker

Biker

En esta ocasión tengo el gusto de presentaros a alguien con quién me une una relación muy especial desde que él era un niño, ya que antes de ser amigos entre nosotros, lo fui de sus padres, él es, Raúl Castillo Valiente.
Cuando llego a su casa, está cocinando. Empezamos a charlar y recordar viejos tiempos con una cerveza en las manos.
Cogemos las motos y nos ponemos en marcha. Nos gusta la costa y por allí vamos a rodar en esta ocasión.Creo que no llevamos ciento cincuenta kilómetros todavía, pero decidimos parar en la playa a charlar un rato y hacer unas fotos. La vuelta es por el interior, damos mas rodeo pero vale la pena. Vamos por tierras de viñedos, quizá un poco desérticas, pero la nacional 340 siempre a sido una carretera guapísima, y paramos a comer en tierra de cava. Tras el carajillo nos ponemos de nuevo en marcha, cuándo llegamos cerca de mí casa paramos a hacer una birra y ése es el momento de la ansiada entrevista.
A ver, la primera pregunta para ti sería:

¿Cómo empiezas con esto del rock and roll, las motos, etc?
Bueno, pues yo era un chaval normal (risas de los 2) con trece años, de lo más normal, con mis amigos, iba a jugar a fútbol y eso, la vida de barrio en La Florida, en Hospitalet, mi padre tenía un bar (bar bodega) de barrio, lo típico: gente normal que iba a comprar allí todos los días y a tomarse una cervecita.
Un día llega allí un rocker, si no me equivoco fue un colega que se llamaba Tino, y se pidió una cerveza, estaba mi padre (no sé si estaba yo aquel día o no) y bueno, lo típico: “Perdone jefe, ¿me puede poner esta cinta?”. Y bueno, mi padre, como le iba el rollo, pues le puso la cinta era una cinta de rockabilly, ahí empezó todo (ríe).
Este chaval volvió la tarde siguiente, al tercer día volvió con otro colega, al cuarto día vinieron tres, y así exponencialmente, hasta que al poco tiempo (un mes o dos) aquello era un hervidero de rock and roll, que iban, ya empezaron a ir, moteros, moto clubs, gangs , bueno, yo empecé ya a interesarme por esa movida, a hacerme dobladillos en los tejanos, a interesarme por la ropa (camisa de franela de cuadros, intento de tupé) y ya, ahí empezó todo.

O sea, podemos decir que tus padres eran amigos de todas estas personas antes que tú, claro, porque tú eras un niño.
Sí, sí. Mi padre, de hecho, también empezó a aficionarse a llevar camisas de franela y, bueno, y ya no era que le daban cintas a él de rock and rollo para ponerlas, ya empezó a ponerlas él (reímos los dos).



Era el hilo musical del bar.
Sí, sí. Y empezó a hacerse amigo de los que después fueron mis amigos y algunos de mis hermanos de toda la vida.

Bueno, a partir de aquí, claro, tú empiezas a crecer y tienes entonces amistad con toda esta gente, ¿no?
Estamos hablando de que tenías 13 años.
Sí. Van pasando los meses, paso a catorce, a quince años; empiezo a tener amigos ya de mi propia edad (porque hablamos de que toda la gente que venía tenía mínimo dos o tres años más que yo).

¿Eso qué año podía ser? Cuando empiezan a ir por allí…
Pues hablamos del año 85, 86, más o menos. Por ahí. Y claro, ya con catorce o quince años empiezo a tener amigos de mi edad, que también empezó a ir gente más joven y tal, y yo a salir por las tardes con ellos.

Amigos rockers estamos hablando, ¿no?
Sí, sí, rockers. Mis amigos de antes ya no querían venir conmigo (ríe). Bueno, ya era otra movida, yo ya fui creciendo, mi vida fue el rockabilly, el rock and roll, y empecé con catorce o quince años…
Empiezas a moverte con gente de tu edad por garitos de rock and roll del barrio, ¿no?
Sí.

Estamos hablando de Hospitalet, que es una ciudad grande. Habría varios garitos y sitios donde moveros, ¿no?
Sí, garitos como el Serra en Santa Eulalia, el Stadium en Hospitalet Centro, por la noche en el Exterior ponían rock and roll también. Y bueno, pues yo generalmente me movía con mis colegas por ese tipo de bares, ya empezaba a ir a conciertitos y toda la hostia.

A todo esto, haces ya los quince años, que empiezas a trabajar, ¿no?
Sí, yo ya dejo de estudiar y… ya ayudaba a mi padre en el bar, en lo que podía. Ponía la música (risas de los dos).

Vamos, como no hacías nada tu padre te buscó un curro, ¿no?
Eeeeh… yo necesitaba financiación para mis fiestas y para mis cosas (para comprarme discos, las camperas eran caras, las chupas de cuero también) , empecé con quince años ya a currar en un bar bodega, bar bodega Montferry, en la calle Pujós, en Hospitalet. Empecé yo a currar, al poco, vino otro colega, también rocker, a currar conmigo: Lex. Y bueno, ahí estuve hasta que me fui a la mili.

De hecho, ese garito, yo recuerdo aquella bodega. Era… bueno, acabó convirtiéndose casi casi como la de tu padre, ¿no? Iban rockers, iban heavys… iba hasta el tato.

Sí, por las tardes había avanzadillas allí de gente también. Lo que pasa es que allí no se ponía tampoco mucha música porque mis jefes tenían como setenta y tantos años y no eran tan rockeros como mi viejo. Pero bueno, sí que iba gente por allí a beberse sus vinos, sus birras… era una bodega a la antigua, de toneles de vino.

Bueno, ahí empiezas a tener un poquito de dinero… empiezas a sacar tu dinero para poder, por lo menos, tomarte tus copas (para que no las tuviera que pagar tu padre) y empiezas a moverte también de noche. El rock and roll del barrio…
Sí, empiezo a moverme de noche. Bueno, sobre todo me hice amigo (que era como su hermano pequeño yo) de un matrimonio, que entonces, cuando yo los conocí, la mujer estaba embarazada, no había tenido todavía su primera hija.
Yo conocí a Rosa que estaría de ocho o nueve meses de su primera hija (Sandy), que es mi ahijada actualmente.
Cuando yo tenía catorce él (su marido) se fue a la mili. Yo casi casi vivía en su casa y me quedé prácticamente desde que se fue mi colega, casi toda su mili, en su casa. Con su mujer, que es como si fuera mi hermana mayor, y con sus dos niñas pequeñas, bebés.
Pasó la mili, se licenció y, cuando yo tenía dieciséis él ya había venido de la mili. Y yo, ya trabajando, me compro mi primera moto. Una Ducati Road dos y medio, y para mí eso es como un Lamborgini: con dieciséis años, sin carnet de conducir (había llegado cuatro veces una Sanglas 400)…

Vamos a esas cuatro veces. Habías llevado ya moto, porque, de hecho, tu colega te había enseñado a llevar moto.
Sí, mi colega con su moto, que era una Sanglas 400 monocilíndrica, me había enseñado a llevar moto. En un campo de fútbol, en Cornellá, me dijo un día: “Toma, venga. Píllala”. Y yo, pues ya ves, con quince años que tendría en ese entonces, imagínate: con una Sanglas 400 por un campo de tierra. Pero no me caí, no me caí (se ríe). Para mí ya eso fue la hostia. La hostia puta. Y ya ahí, ya dije: quiero la mía.
Bueno, a todo esto, antes de pillar la mía, a mi colega un día que estaba echando la siesta, le cogí las llaves de otra Ducati que tenía él.

Bueno, tengo entendido que no fue ese día. Le robabas la moto… no voy a decir con asiduidad, pero de vez en cuando. Con el rollo de somos hermanos… (risa de Kikote).
Sí, pero es que ese día me pilló la policía y, entonces… (risas). Bueno, es igual. Ese día…

Lo pasasteis bien.
Sí. Para impresionar a la chica con la que salía, pues dije: “Ven, ven, que te llevo a dar una vuelta en moto por el barrio”. Bueno, nos paró la Guardia Urbana y fue una movida muy divertida.
Pero al final no pasó nada, ni me multaron.

Bueno, multarte sí (ríe). Lo que no llegó nunca la multa.
Nunca llegó, nunca llegó. De hecho, yo he tenido siempre una flor en el culo o un ángel de la guarda en algún lado, porque nunca me han multado por ir sin carnet. Y he ido varios años de mi vida así, hasta los diecinueve o veinte que me saqué el carnet. Sí, a los veinte: me lo saqué en el 94. Hasta entonces he ido sin carnet. Y con varias motos.

Te voy a decir una cosa: eres de la generación que ha pillado por último estos rollos, ¿no? De ir sin carnet, sin seguro, sin hostias… y no tener unos problemas brutales.
Sí, sí, sí. Hoy en día acabas en la cárcel, eso está claro. Bueno, de hecho, en aquella época (cuando yo empecé a llevar moto) es cuando se instauró que había que llevar casco en ciudad. Porque hasta entonces no había que llevar casco en ciudad, era solo al salir en carretera. En ciudad podías ir sin casco. O sea, imagínate. Hoy en día es impensable, ¿no?

A los dieciocho te llega una carta de la mili, porque la mili en aquél entonces todavía era obligatoria.
Sí, me llega la carta del destino, que era Palma de Mallorca. Y entonces, dentro de la región donde tenías que ir, podías elegir, digamos, el destino del acuartelamiento o del cuerpo, ¿vale? Y yo, como era un cabra loca y pasaba de todo, pues llegó la carta a mi casa, mi viejo
me dijo “Oye, que te ha llegado esto de la mili.” Y yo “Ah, que le den por culo… no sé qué.” Me dijo “vale, vale. Yo te la relleno.” Yo: “Pues vale.” Mi viejo era un poco cabronazo… bueno, cabronazo no, en realidad nunca me he arrepentido de lo que hizo. Soy lo que soy por él, ¿no?
Y bueno, de hecho, eligió mi destino. Que fue la COE. La COE 7, en Palma de Mallorca, operaciones especiales. Boinas verdes, para entendernos. Y bueno, eso en parte cambió mi vida. Porque eso me hizo ver muchas cosas de la vida de las que no tenía ni puta idea y que me la sudaban. Ahí aprendí mucho a lo que es sufrir, llorar por un compañero, sangrar, pasar hambre, pasar frío y valorar. Valorar lo que es la vida. Ahí aprendí mucho.

Bueno, cuando estás, precisamente, haciendo todo esto que tu padre te ayudó a aprender, entre otras de las cosas que te enseñó, fallece tu padre.
Sí, fue lo último que aprendí de él antes de que muriera. Y no pudo ver mi licenciatura de donde me envió. No pudo ver cómo llegaba con la boina verde ganada. Lamentablemente, en medio, entre que me fui y que regresé, él muere. Le da un infarto y ¡Pum!, se queda en el sitio.

Bueno, él fallece, pero aquí sigue quedando mucha gente que le quiere. Sigue quedando tu familia, y no hablo solo de tu madre, de tu hermano, sino de tus amigos.
Hombre claro. A mí lo que más me impresionó de eso fue que, en aquel momento fue para mí un shock, de repente mi padre muere y yo no podía llorar. No sabía cómo hacerlo. Yo estaba en un sitio donde me habían enseñado a sufrir y a no quejarme, a no llorar, a ser duro como una puta roca. Y no pude llorarle. A mí, lo que realmente me impresionó, es que todos mis amigos venían llorando y yo no pude hacerlo. No pude hacerlo ese día. Pude hacerlo un año y pico después, un día exploté. Pero en aquel momento no pude y me impresionó la cantidad de gente, de amigos míos que eran amigos de mi padre, que venían llorando, ¿sabes? Y eso me impresionó mucho. De la cantidad de amigos que tenía.

Bueno, tu padre, me consta por experiencia, que era una gran persona. De hecho, fue un gran amigo mío. Tú eres un gran amigo mío, pero él, antes que tú.
Ya, ya

Era una persona entrañable, importante. Importante dentro de la gente de mi alrededor.
Sí, nos han hecho, un poco, ser lo que somos, ¿no?

Sí. Gente como tu padre me ha hecho ser lo que soy. Y hasta aquí puedo llegar. Luego lo de hijo de puta viene por otro lado (risas de los dos).
Sí…

Bueno, te licencias y te haces con otra moto, ¿no?
Sí, al licenciarme, no me acuerdo que pasó con la Ducati, me hago con una Sanglas 400, ya transformada, con un depósito de lágrima, pintada en azul, muy guapa; con un tubo de escape de cola de pez… muy chula.
Y bueno, empiezo a ir (todavía sin carnet) con aquella moto. Y bueno, aquella ya era una moto, para mí… la hostia puta.
Lo que pasa es que, bueno, yo era un cabra loca y… aquella moto, resulta que no tenía llave de contacto. Para apagar la moto le quitaba un cable a la batería; bueno, así éramos entonces, ¿no? Y nos pensábamos que… pues nada. Y un día me la robaron. Me robaron la moto, nunca
más se supo de aquella moto. La desguazarían a piezas porque era una moto única, que estaba pintada. Aquella moto o se fue de Barcelona, o la pintaron o acabaría hecha piezas para otra moto. Cabrón, hijo puta (reímos los dos).
Después de eso me quedé sin moto, pero mi colega Bujías, que era también de mi mismo club, tenía en el Biker Power una moto que el colega Benja le estaba preparando para él. Una Sanglas Yamaha, como es de esperar en Bujías, toda negra mate, entera, toda: Motor, faro, depósito de Harley Sportster, los dos tubos negros de tubería (sin ningún tipo de silenciador, tubería recta hacia atrás), todo negro mate, llantas negras mate… todo. Y me pareció la mejor moto del mundo. Me dijo: “Oye, que me hace falta pasta, no voy a poder pagarla, ahora mismo voy mal… ¿La quieres?”. “¡Venga! Pues claro que la quiero”. “Pues venga, pa’ ti”. Y me quedé con la Sanglas Yamaha 400, eso ya fue un salto exponencial. Ya, de ir a 120 a ir a 160 pues… mola bastante. Y hacía muuuucho ruido, mucho mucho, mucho ruido. Me divertí mucho con aquella moto, mucho mucho.

Bueno, en aquel entonces fueron buenos tiempos para el rock and roll. Había muchos garitos, como el Harley, el Snocker, estaba el San Francisco todavía, había mil.
En Cornellá íbamos mucho por el Made In Spain, La Granjita.
Sí, eran garitos para juntarnos por la tarde y, a partir de ahí, luego nos íbamos desde ahí a los garitos más de fiesta. Más nocturnos.
Ahí ya estamos hablando del año 94. Yo ahí ya, con la Sanglas Yamaha, me saqué el carnet de conducir. Ya regularicé mi situación (risas), me saqué el carnet de conducir, me saqué el seguro… ya iba, más o menos, legal.

Por aquel entonces, muchos Kilómetros ya en la carretera.
Hombre, por aquél entonces, me acababa de sacar el carnet y ya llevaba como cuatro o cinco
Se hacían muchos Kilómetros el fin de semana.
Sí, sí, sí. Hacíamos muchísimos Kilómetros porque, sí, nos íbamos de fiesta por la noche, pero los fines de semana, generalmente, nos íbamos y hacíamos acampadas tope de hippies en el monte, en tiendas de campaña. Nos íbamos a Ripoll, nos íbamos a… en aquella época conocimos al Gringo, un colega de Balaguer, que tenía un rancho de caballos allí y tenía una zona de acampada que era brutal, aquel sitio. Nos hicimos muy amigos del Gringo e íbamos casi cada fin de semana. Nos pegamos un par de años yendo prácticamente cada fin de semana y nos hacíamos como 150 Km de subida y luego de bajada. Bueno nos quedábamos allí el fin de semana entero. Acampábamos allí y el fin de semana entero de festival. Eso fue una época, de verdad, brutal, de nuestras vidas. Fue una pasada.

Esto entre concentraciones, idas a otros sitios, acampadas…
Sí, sí.

O sea, el fin de semana que no estabais liados no existía, ¿no?
El fin de semana que no estábamos por ahí de ruta, era porque aquí había algún concierto o alguna movida. Aquella época fue de muchos muchos Kilómetros. Y en aquella época también, el club en el que estaba, los Crackeds (en un principio, los dos o tres primeros años en que yo entré, éramos pocos -4, 5 o 6-) quedábamos mucho en el taller del Benja, el Biker Power, y desde allí ya organizábamos las salidas, y allí empezó a venir un grupo de gente con nosotros,
se acabaron poniendo los colores y, de ser 5 o 6, acabamos siendo casi unos 20. Acabamos yendo ya a saliditas en las que venían, entre gente que era del club y gente que no era y se juntaba con nosotros, entre dieciocho y veinte motos. Teniendo en cuenta que no todo el mundo del club tenía moto porque era un gang. Era muy guapo ir de ruta veinte motos, molaba que te cagas. Y fue una época muy muy muy guapa.

Una época de varios años divirtiéndose, pasándolo muy bien.
Sí, bueno, había momentos chungos también. Habían bullas… Hubo un momento dado en que tuvimos una guerra con otro club, se puso precio a nuestros colores… O sea, a quien apareciera en el otro club con unos colores nuestros se le pagaba, ¿sabes? Y a nosotros no parecía súper divertido

Bueno, de hecho, hubo un par de personas que fueron allí a entregar sus colores.
Sí, hubo algunos que dijeron “Hostia, ¿cuánto pagan, dices? Pues voy p’allá y los vendo”. Pero no coló… (risas de los dos). No coló, no coló. De hecho, nunca se cobraron ningún color. Eso sí, cobraron de otra manera (risas de nuevo).

Bueno, a todo esto, van pasando los años… Divirtiéndote, pasándolo muy bien… Juventud, divino tesoro…
Sí bueno, en aquella época pues hablamos de que yo tendría 20 o 22 años y ya cambio la Sanglas Yamaha por una Virago 1100. Ya el salto es bastante importante. De una 400 a una 1100 ya fue algo sustancial.
Y bueno, ahí siguió la cosa como hasta entonces y llegó un momento en el que en nuestro club se echó a mucha gente. La cosa se fue de madre, ocurrieron cosas y hubo gente que se fue por un lado y gente que se fue por otro, otros se echaron, primero el Buji se salió del club, se fue a Destroyers MC., yo por aquél entonces acabé yéndome con él. Y el Apa también. Nos fuimos a Destroyers y ahí hay una época un poco oscura y, al poco tiempo se disuelve el MC.
Ahí ya llega un momento en el que yo digo “Se ha acabado”. Porque a mí no me gusta el politiqueo y la movida de Crackeds era que había ciertas normas, pero que no hacían falta porque había una camaradería y una hermandad que provocaban que no hiciera falta ningún tipo de norma. A Crackeds nos respetaban porque sabían que, si tocaban a uno, el resto íbamos como lobos. Y no hacía falta nada más. Y eso no lo he visto nunca en ningún otro club. El hecho de que no haya normas, el hecho de que no haya unas jerarquías… no hacen falta jerarquías, éramos hermanos, todos. Iguales. Y eso, nunca más lo he visto. Y por eso nunca más he entrado en ningún otro club. Porque lo que había allí no lo volveré a ver en ningún club.
Nunca más he querido ser de ningún club, porque a mí para ser motorista no me hace falta. Para mí, ser motorista, lo que significa es libertad. Y mis amigos, los sigo teniendo.

Bueno, entonces después de aquello se acaba el tema clubs y te tomas la vida un poco más tranquila.
Sí, dejo de ir a garitos de motoclubs y tal y me centro un poco más en mi pareja.

Te centras más en tu pareja, con la cual montas familia.
Sí bueno, a todo esto, al poco de salir de Destroyers tengo un accidente con la Virago: un coche se saltó un Stop. Yo subía por una calle, me sale de repente un coche, iba a 60 o 70 por hora y
me lo como. Vuelo por encima del coche, aterrizo al otro lado con el pie, en vez de hacia adelante, hacia atrás. Tobillo roto por tres sitios, tibia, peroné…, una fractura de tobillo bestial y bueno, la moto para tirar. Estoy un año para recuperarme; un año de baja, muletas, enyesado desde la punta del dedo del pie a la ingle, placas de titanio, trece tornillos… bueno, en fin. Dos operaciones…, me pegué un año jodido. Un año sin andar prácticamente.
Cuando me recupero de eso, tenemos el juicio, me dan una indemnización y me pillo una Sportster.
Con la Sporster muy bien “Hostia, por fin tengo una Harley. Por fin llegó”.
A los meses, me separo de mi pareja y empiezo a ir con una gente con pepinos. Iban con CBR, con R6… pepinos. Y empiezo a salir de ruta con esta gente y yo con la Harley. Y claro, la Harley encima, bajada de amortiguación trasera. Imagínate las curvas a la derecha, rascando los tubos de escape, echando chispas… llevaba los tubos de escape limados, bueno…
Frenar una Harley no es lo mismo que frenar una CBR. Y me digo yo mismo: “O me cambio la moto o me mato”. Decidí cambiarme la moto. Vendí la Harley nueva con once meses, no tenía todavía un año, la vendí nueva, de lo cual me arrepiento profundamente todavía… Pero bueno, era otra época. Y en esa época, fue lo que pasó. Me pillé una CBR 600 y entonces ya fue otro nivel, pasé de 60 o 70 caballos de la Harley a 120 caballos y toda la gente me decía “Te vas a matar, te vas a matar, te vas a matar”.
Total, que a los dos meses me estrellé de frente con una furgoneta en Corbera, en una curva. Yo iba muy abierto, el de la furgoneta muy cerrado, entré a la curva y me lo comí, volé por encima de la furgoneta, caí seis metros más atrás, la moto se quedó incrustada debajo de la furgoneta y lo más bueno es que no me hice nada. O sea, me tuvieron que sacar líquido de la rodilla, pero no me hice nada. Ni un arañazo. El tío se bajó de la furgoneta buscándome debajo, ¿sabes?
Total, la moto destrozada, solo se salvó el motor, el cual luego fue a parar a la moto del Oscar, también otro Cracked. Total, que la gente empezó: “¿Ves? Te lo dije, te lo dije. No te tenías que haber comprado un pepino, que es que eres tonto, que te lo dije”.
Pues nada, no contento con eso, me compré un pepino más gordo (risas). Me compré una Kawasaki ZX900R, una Ninja, con 165 caballos solo (ironía).
Y bueno, con esa por suerte tuve caiditas tontas un poco pedo y “Ay, ay, ay que no he puesto el pie” y te caes, ¿no?, pero accidentes gordos no tuve. Alguna caída, romperte una costilla, pero nada…
Ahí ya, con la Kawa me había vuelto a reconciliar con mi pareja y nos fuimos a vivir juntos, pillé una casa, vinieron, primero mi niña, Alba, mi niño Andreu al poco, y ya mi mujer me dijo: “Oye, te vas a matar. Te vas a matar con la moto y… vende la moto”. Mi mujer me ponía en el casco la colonia Nenuco de los niños cada vez que salía con la moto para que yo recordara que tenía hijos, ¿sabes?

Oooohhh!! Que grande, un aplauso.
Sí… Y total, acabé cediendo y vendí la Kawa.
Ahí vino la crisis, en el 2008, luego crecieron los niños, la cosa se puso jodida, no había para motos y… hasta hoy. Bueno, hasta hace un par de años que, con los niños ya grandes, pues
dije “Ahora es el momento adecuado”, me compré una Triumph. Una Speedmaster 900. Es mi actual moto y estoy muy contento. He vuelto a las andadas, he vuelto a la ruta en la carretera, con mis amigos ruteros de toda la vida y aquí estamos. Aquí estamos y por mucho tiempo. A todo esto, han pasado 35 años desde que empezamos la entrevista. Ni más ni menos. De los trece a los 48.

Ouh Yeah hermano. Y ahora con tu Speedmaster, lo que me consta es que sales de ruta cada vez que puedes. A la que tienes un momento libre, te sales de ruta, sea solo o sea acompañado.
Sí.

Lo sé porque alguna hemos hecho juntos y alguna, que me has dicho vente y no he podido.
Sí, sí.
Total, que esto se cierra sabiendo que has vuelto a la ruta, a las motos (no a las tonterías, pero sí a las motos).

Sí. Ahora ya no conduzco como conducía antes, que hubo una época que me decían que hacía más kilómetros arrastrando que de pie… (risas).
A todos nos ha pasado…

Hubo un verano que iba magullado por todos los lados, que me caía cada fin de semana, pero bueno… son cosas que pasan.
Síííí, sí, sí.
Y, como punto final, diré que mi hijo me ha pedido que mi Triumph, cuando me la cambie, no la venda, que esa es para él. Que le encanta mi moto y que esa es para él cuando se saque el carnet.

¡Ouh Yeah! Joder, genial.
Sí, tío.

¿Hay algo que quieras aportar, porque sí, porque te sale del alma?
Hay tantas cosas…
Que nos vemos en la ruta, con quien sea. No tengo enemigos, la verdad. Hoy en día hay poca gente que lo pueda decir, pero no tengo enemigos.

Terminamos ésta entrevista, pero nosotros seguiremos un rato mas aquí, recordando tiempos pasados entre trago y trago.
Gracias Raúl, te agradezco mucho este rato. Y a nuestros lectores, solo decirles que hasta pronto y que espero que se hayan (cuando menos) entretenido.
Un saludo a todos.
K.C.T.

 

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